"quiso marcharse, y le faltaron las fuerzas. Permaneció allí
hasta las ocho, aumentándose su mal humor, cuando vio
que ponían la mesa, tomó su bastón y su sombrero.
Alberto le invitó a quedarse; pero él consideró la invitación
como un acto de obligada cortesía, y se retiró dando
fríamente las gracias. Cuando volvió a su casa tomó la
luz de mano de su criado, que quería alumbrarle, y subió
solo a su habitación. Una vez en ella, se puso a recorrerla
a grandes pasos, sollozando y hablando solo, pero en
voz alta y con calor; acabó por arrojarse vestido sobre el
lecho, donde el criado le halló tendido a las once, cuando
entró a preguntarle si quería que le quitase las botas. Werther
consintió que lo hiciera, prohibiéndole al mismo tiempo
que entrara en su cuarto al día siguiente antes de que él le
llamase."